martes, agosto 22, 2006

Una historia cotidiana...

Yusef fue la mayor alegría de su madre, Yashmina, cuando nació una fría noche de invierno. Como tantas mujeres en su país, Yashmina honraba a su marido y se ocupaba de mantener su humilde hogar y de que no faltara nada a su recién nacido hijo. Su padre,Fasul, le miraba todos los días con orgullo y pensaba "este será el heredero de mi sangre y mis bienes". No es que fuera un hombre muy importante, su padre. Ni siquiera una persona acomodada. El buen Fasul trabajaba durante 15 horas diarias para que su creciente familia tuviera lo necesario para vivir.

Como suele ocurrir en las familias de buena gente, la presencia de un bebé conseguía alegrar incluso a los vecinos más próximos. Cuando lo paseaba su madre, la gente se acercaba para ver al bebé y se deshacían en elogios hacia su alegría y belleza. Empezó a hablar pronto Yusef (siempre que por hablar se entienda decir palabras como "papá", "mamá" y otros imprescindibles términos que alegran el día a sus progenitores de manera inimaginable) . Y a diferenciar letras. Y a reconocer a las personas. Muchos le auguraban un brillante futuro como estudioso, ingeniero o cualquier cosa que se propusiera.

En una noche de invierno, tan fría como la del día en que nació, un estruendo lo tiró de la cama contra el suelo. Como aún era un niño incapaz de decir bomba o simplemente entender lo que estaba pasando, hizo lo que cualquier otro habría hecho en su lugar: se puso a llorar sin darse cuenta de que el techo que solía protegerle del frío había desaparecido. Pasado un buen rato, con Yusef medio afónico de tanto gritar, un desconocido saltó los escombros que habían sido una pared de la habitación del niño y lo rescató del horrible lugar en que se había convertido su habitación. Nunca más volvió a ver a su madre Yashmina (aunque seguía en las ruinas de la casa destrozada en tantos pedazos que ningún forense podría reconstruir jamás) ni a su padre Fasul (cuya pierna izquierda fue el único miembro que encontraron del cabeza de familia).

Desde entonces, Yusef se preguntó porqué había pasado aquello. Intentó encontrar una razón por la que se quedó sin familia. "¡Los perros infieles intentan exterminarnos!", "¡Los americanos y sus esclavos quieren robarnos el petróleo!", "¡Occidente intenta asustarnos!", "¡Pretenden imponer su democracia fascista con sus bombas!" decían algunos que le intentaban contestar a sus preguntas. "Fue un error, hijo", "Fue necesario por la libertad de tu pueblo", "Están dentro del margen de bajas permitidas en la operación", "Pensamos que era un almacén de armas químicas" trataban de justificar otros que oían tanta pregunta...

Con 16 años, Yusef explotó un camión con él dentro en una concurrida plaza de su liberada y democrática localidad. Se estimaron unos 25 muertos y una veintena de heridos, entre ellos un bebé cuyos padres habían sido prácticamente desintegrados por el camión-bomba. Los que criticaban el barbarismo de los otros ahora lo aclamaban como héroe, martir o de emprendedor de acciones necesarias para la libertad de su pueblo. Sin embargo, los que antes justificaban una matanza indiscriminada ahora condenaban el acto de Yusef como acción terrorista, irracional y destinada a causar el máximo daño a personas inocentes...

La triste noticia apareció en los telediarios del mediodía durante 30 segundos, después del escándalo sexual del día y antes del nuevo fichaje del Madrid. A nadie le afectó. Todos los días hay Yusefs que condenan a otros Yusefs y la gente sigue comiendo tranquilamente delante del televisor, con la falsa ilusión de que las bombas caen demasiado lejos como para sentirse incómodo...

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