jueves, septiembre 10, 2009

El odio

Hace tiempo descubrí lo que era el odio. No el odio que todos hemos tenido de pequeños: "Odio a mi hermano porque me pega", "Odio a Skeletor porque es el malo de He-Man" o "Odio a Buggs Bunny porque limita al Pato Lucas". No, me refiero al odio de verdad, el que deben sentir las viejas Legiones del Caos respecto a sus hermanos imperiales, el que debe profesar el Doctor Muerte hacia Reed Richards o, salvando las distancias, el que debería sentir un idiota para inmolarse por algún dios de esos.

Puedo afirmar sin miedo a equivocarme, pero temeroso por los comentarios que pueda originar, que el odio ayuda. Puede que sólo al principio, o puede que realmente no lo haga pero al principio parezca que sí, pero lo cierto es que con la ayuda del odio puedes hacer cosas que normalmente no serías capaz o, al contrario, que te permite hacer cosas que harías de normal pero en un estado lamentable no lo conseguirías si no fuera porque ese sentimiento te obliga a seguir hasta conseguirlo. En resumen es como la energía que convierte a Bruce Banner en Hulk, pero sin el desagradable efecto secundario de quedarte en calzoncillos morados y con el intelecto de una sardina.

Lo que también voy a asegurar es que, como cualquier seguidor de la Guerra de las Galaxias o friki en generar sabe, tenerlo durante mucho tiempo en tu interior te pudre. Mantener esa clase de sentimientos te acaba cambiando y seguramente no para bien, así que si alguna vez sientes ese terrible odio de verdad úsalo para algo bueno y después deshazte de él o acabará contigo, por muy justificado que estés...

¿Cómo deshacerse de él? Un buen chico seguramente diría que mediante el "pon la otra mejilla", "borrón y cuenta nueva" o "paz y amor en la tierra". Yo, como el ser maligno en el que me he convertido, recomendaría otro sentimiento igualmente atroz pero más llevadero: la indiferencia.

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