miércoles, noviembre 15, 2006

Los niños y sus juegos

El otro día en un parque me fijé (no recuerdo demasiado bien qué hacía allí, pero sin duda algo relacionado con alcohol). Hay niños que despliegan sus juguetes en una zona determinada y se ponen a jugar con toda felicidad. Están ahí, absortos en su fantasía y haciendo ruidos extraños mientras en su mente se les aparece todo un mundo a su disposición hasta que llega el típico hijo de la vecina que invade su espacio vital con una sonrisa enigmática. Y es en este punto cuando pueden suceder varias cosas, todas ellas observadas en un mismo parque: está el crío que se pone a llorar desconsoladamente ante la cruel invasión (o guerra preventiva, que se llamaría ahora) hasta que su madre/padre/cuidador/cuidadora lo rescata elevándolo en brazos intentando calmarlo; también tenemos al chaval que decide defender ese pedazo de tierra que tanto le gusta (pero que es tan suya como de cualquier otro) y se lía a golpes con el malvado intruso usando aquello que tenga más a mano (una paleta de plástico, una escopeta de juguete o puede que un doloroso peluche de oso panda) hasta que llega alguien para salvar, en esta ocasión, al infiltrado; por último, está el niño que mira con curiosidad al recién llegado y acaba por ofrecerle cualquier cosa para que se una a la diversión o se limita a ignorarlo (aunque también puede ser que piense "¿qué cojones hace este idiota aquí?").

No se como pero mi mente enferma empezó a reflexionar sobre los adultos que dirigen los designios de nuestro planeta, y eso hizo que me asustara de verdad. No fue el hecho de que se pueda incluir a cualquier dirigente de cualquier país en uno de esos tres comportamientos (el que se pone a llorar ante cualquier asomo de algo ajeno, el que se lía a ostias ante cualquier indicio de cambio o, pocos en realidad, los que se fían o incluso dan facilidades ante lo desconocido) sino en las consecuencias: al niño que decide llorar, las personas intentan explicarle que no pasa nada, que no es el único niño del mundo; al que usa la violencia le suelen reprimir, intentando hacer que comprenda que es mejor compartir y relacionarse; al que comparte, pues depende del otro niño lo dejan o lo recojen y se van con cualquier excusa. A los políticos, sin embargo, si se ponen a llorar y a dramatizar pues le apoyan con más lloros; si son de los que se lían a tiros, los que reprimen al hijo por el mismo comportamiento le aplauden; mientras que si van dando facilidades a cosas nunca probadas o "extranjeras", les acaban cargando un muerto y son derrocados...

¿Será que lo que les enseñan a los niños no sirve para los adultos? ¿Pertenecerán las frases de "aprende a compartir", "no estás solo" o "no seas egoísta" a una fábula infantil que se acaba tras el primer polvo? ¿Seremos tan hipócritas que predicamos una cosa y hacemos otra diferente (como si de una institución religiosa se tratara)? Tal vez sea simplemente que somos niños, desde que nacemos hasta que morimos, aunque cambiemos el amenazador oso panda de peluche por un frío misil termonuclear...

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